por Claudio Avruj
Este 2 de abril tiene un aroma muy distinto al de aquel. Hoy es un día para el afecto, para abrazar fuerte a nuestros héroes y a sus familias, para decirles que estamos con ellos y que recordamos con admiración y cariño a los que no volvieron por defender lo nuestro. Es un día para que todos juntos pensemos también en el olvido y el maltrato al que fueron sometidos muchos de ellos, que volvieron de Malvinas y encontraron a una sociedad de espaldas. Hoy debe nacer un nuevo rumbo, un cambio que reconozca a esos héroes que tanto lo merecen.
Es preciso en este tiempo acompañarlos, respetar a sus familias, valorar su valentía y criticar esa ausencia dolorosa y esa soledad a la que fueron expuestos.
Aquella mañana fresca del 2 de abril de 1982, los argentinos entramos- por intermedio de un delirio bélico de una dictadura languideciente- en un túnel oscuro y desolador. Desde 1976, padecimos la persecución, el secuestro, la tortura y las desapariciones. El corolario de ese entramado trágico sería tan horroroso como el comienzo. Una sociedad, entre diezmada y distraída, observaba con pavor las novedades de aquel abismo insondable: la recuperación de la soberanía de las Islas Malvinas por la vía armada.
La Plaza llena, los devaneos de un general extraviado, el temor, la incertidumbre, la confusión generalizada, la muerte latente, el dolor deambulando sin paliativos. Todo se conjugó para dibujar el marco de un enfrentamiento indeseado y aventurero. Se estaba gestando una herida profunda, sangrante, que aún hoy no ha cicatrizado.
Fueron más dos meses de angustia, el noticiero mentía sin piedad. Nos entramparon mediante una historia falaz. Un cúmulo de locura y mendacidad. Ese engaño, que no era más que la reproducción estricta del parte de guerra que la dictadura soñaba en sus noches turbulentas, sublevó los ánimos de los argentinos después de la derrota. Aunque no hubiese nada para celebrar, “Estamos ganando” representaba un alivio cruel, una falacia que se comentaba en los bares. Fue una daga venenosa que se clavó en el corazón del país.
Superada la euforia fugaz y desorientada, sobrevino el repudio, el clamor generalizado, el rechazo no solamente a una decisión- entre tantas otras- fallida, sino también a la imposición, al delirio dictatorial y a la falta de libertad consagrada.
Otro 2 de abril aparece en el calendario. El viento arrastra las voces de aquel día del 82. No hay olvido. No lo va a haber. Por los veteranos, por los caídos, por los que aún estamos vivos, por la soberanía. Por la compañía y el abrazo muchas veces negado. Por todos.
(*): Secretario de DDHH y Pluralismo Cultural de la Nación.